Ocho interminables horas en una minivan me llevaron hasta la
frontera norte entre Tailandia y Laos. Afortunadamente una cama me esperaba a
la llegada y, aunque no fueron muchas horas de sueño, el descanso fue de
agradecer.
Cuando la neblina matutina aún no
se había disipado, una barca cruzaba de orilla a orilla el Mekong, dejándome
así en territorio laosiano. Aquí me esperaban dos jornadas de bote descendiendo
el Mekong hasta llegar a la pintoresca Luang Prabang. Aunque el viaje se hizo
pesado al final, mereció la pena descubrir la increíble naturaleza que guarda
este país (principal proveedor de madera en Asia), sus puestas de sol y la forma
de vida de aquellos pueblos que viven a orillas de este portentoso río (el 99%
de ellos sin electricidad ni agua corriente).
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El Mekong y sus orillas |
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El medio de transporte |
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Amanece |
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Un pueblo en la rivera |
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Despidiendo a los familiares que cogen el bote |
Como si de una villa francesa a
orillas del mar se tratara, Luang Prabang ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad desde 1995 y deja
patente el pasado francés de este país cuando paseas por sus calles centrales
admirando la arquitectura de sus edificios o disfrutas de un verdadero
croissant después de pegarte el gran madrugón necesario para contemplar la
ofrenda de almas que se realiza a diario a las 6am. En dicha ceremonia aquellos
que lo desean ofrecen su alma en forma de bienes comestibles a los cientos de
monjes que desfilan por la calle, quienes posteriormente darán cuenta de tales
alimentos, al tratarse de la forma en que ellos consiguen su comida diaria (o
gran parte de ella). Pese a que cada vez tiene una mayor influencia turística,
es un ritual que merece la pena contemplar.
Además de disfrutar del encanto
de sus calles y su imponente night market,
aproveché para visitar unas afamadas (con razón) cascadas cercanas.
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Kuang Si waterfall |
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Kuang Si waterfall |
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Kuang Si waterfall |
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Luang Prabang |
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Luang Prabang |
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Luang Prabang |
Y también tuve la suerte de sentir
como se percibe el bosque desde lo alto de un elefante y como una estrecha
relación con su cuidador hace que bañarse con estas criaturas sea una
experiencia inolvidable.
Navidad se acercaba y decidí
cambiar la coqueta villa por las montañas y el río de Vang Vieng, una población
que desarrolló una inmensa oferta turística debido al éxito que tuvo su famoso tubing. La actividad en sí consiste en
descender el río encima de un neumático gigante e ir haciendo todas las paradas
que te pida el cuerpo en los numerosos bares que había en sus orillas (bares
que no sólo ofrecían alcohol para impulsar la diversión río abajo). Y hablo en
pasado porque debido a las 27 muertes que se venían registrando de media en los
últimos años debido a la falta de consumo responsable, actualmente todos los
bares que cubrían el recorrido del río se encuentran cerrados.
Aún así el pueblo sigue siendo
punto de encuentro para los más fiesteros, y sus bares siguen ofreciendo su happy menu para ser degustado mientras
proyectan una y otra vez capítulos de Friends.
En la furgo que me llevó hasta allí
conocí a una mallorquina, una francesa y un canadiense, con los que pasé los
siguientes días (y más posteriormente).
Sería injusto hablar de Vang
Vieng citando sólo la faceta descrita anteriormente. El pueblo se encuentra
situado en un marco natural increíblemente bello, con una cadena de montañas
que no te cansas de admirar, con la posibilidad de descubrirlas a través de su
río y un kayak, o disfrutando de un buen baño antes y/o después de adentrarte
en una de las más profundas cuevas que se esconden entre estas rocas.
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Blue Lagoon |
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Blue Lagoon |
Navidad pasó y Vang Vieng quedó
atrás. El canadiense y yo decidimos hacer un gran salto y bajar hasta el sur
del país, a una población llamada Pakse. El viajecito en sí nos supuso 3h hasta
Vientiane (capital de Laos) más otras 12h en un bus nocturno, al menos era un sleeping bus real:
Cuando llegamos conocimos a un
chaval indio y decidimos alquilar unas motos para recorrer una zona de pueblos
de los alrededores conocida como Bolaven Plateau donde encontramos cascadas,
pueblitos curiosos y unas agradables vistas.
Al día siguiente pusimos rumbo a
lo que se conoce como 4000 islas, probablemente una de las zonas más bonitas y
tranquilas de Laos que, además, es una frontera natural con Cambodia.
La isla en la que estuvimos se llama
Don Det, con unos 4km de largo y otros 2 de ancho, y se comunica mediante un
puente con Don Khon (cuyo tamaño es similar). Don Det se divide en Sunrise y
Sunset, asi que dependiendo de la orilla en la que te encuentres disfrutarás
del amanecer o del atardecer (increíble, por cierto). Elijas la isla que
elijas, el tiempo aquí se invierte en disfrutar del balcón de tu bungalow en
una hamaca (incluso es probable que tu balcón esté suspendido sobre el río), recorrer
a pie o en bici ambas islas, visitar la cascada (rápidos más bien) que guarda
Don Khon, contemplar el atardecer tumbado en algún bar, o alquilar un bote e ir
en busca de los irrawaddy, unos
curiosos y casi extintos delfines de agua dulce que guarda el Mekong en esta
zona.
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Ban Nakasang (accesso a Don Det) |
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Don Khon |
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Somphamit waterfall |
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Sunset en Don Det |
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Sunset en Don Det |
Aquí conocí a un grupo de 6
españoles, una italiana, una argentina y dos alemanas, y además aparecieron
también la otra española y la francesa con las que pasé Navidad, con lo que la Nochevieja prometía. La
fiesta a la que todo el mundo fue se organizó en un guest house cuyas cabañas
eran de paja (tipo teepee), montaron una gran fogata, una barra y hasta había
un DJ, pero aproximadamente media hora antes de entrar en el nuevo año una de
las cabañas empezó a arder, en no más de 5 minutos se había consumido por
completo y, con ella, la fiesta.
El siguiente parón fiestero fue
en una celebración que los locales habían montado (carpa con “maestro de
ceremonias” incluido), y de ahí todos terminamos en la fiesta de la playa.
Laos es el país del sudeste
asiático que menor desarrollo económico posee de los que he visitado, algo que
parece ser que no les gusta y que tratan de cambiar. No sé si es por esa razón
por la que tienes que pagar para absolutamente todo y en todos los sitios. Aún no
están preparados para el turismo en algunos aspectos y eso tiene su lado bueno
(puesto que es más fácil vivir una experiencia real del país), pero también sus
inconvenientes… y no digo esto por comodidades (que no creo que falten) sino
porque mucha de la gente local ve al turista como una mera fuente de dinero y
se acercan a ti sólo buscando eso. Probablemente pensareis que en el resto de
países es igual, y no os falta razón, pero la manera en la que lo he sentido
aquí ha sido diferente, más evidente tal vez… Pero esto es tan sólo mi
impresión.
Jaja, en Vanuatu también había una Blue Lagoon, ¿crees que será a raíz de la peli? Me alegra que sigas disfrutando y pasándolo en grande, y además rodeado de una naturaleza tan espectacular (la puesta de sol en naranja es brutal) :) Por cierto, lo de quemar cabañas parece una forma muy original de celebrar año nuevo lol
ResponderEliminarUn abrazo grande, viajero!