sábado, 12 de enero de 2013

Money, money, money


Ocho interminables horas en una minivan me llevaron hasta la frontera norte entre Tailandia y Laos. Afortunadamente una cama me esperaba a la llegada y, aunque no fueron muchas horas de sueño, el descanso fue de agradecer.
Cuando la neblina matutina aún no se había disipado, una barca cruzaba de orilla a orilla el Mekong, dejándome así en territorio laosiano. Aquí me esperaban dos jornadas de bote descendiendo el Mekong hasta llegar a la pintoresca Luang Prabang. Aunque el viaje se hizo pesado al final, mereció la pena descubrir la increíble naturaleza que guarda este país (principal proveedor de madera en Asia), sus puestas de sol y la forma de vida de aquellos pueblos que viven a orillas de este portentoso río (el 99% de ellos sin electricidad ni agua corriente). 

El Mekong y sus orillas
El medio de transporte

Amanece

Un pueblo en la rivera
Despidiendo a los familiares que cogen el bote

Como si de una villa francesa a orillas del mar se tratara, Luang Prabang ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad desde 1995 y deja patente el pasado francés de este país cuando paseas por sus calles centrales admirando la arquitectura de sus edificios o disfrutas de un verdadero croissant después de pegarte el gran madrugón necesario para contemplar la ofrenda de almas que se realiza a diario a las 6am. En dicha ceremonia aquellos que lo desean ofrecen su alma en forma de bienes comestibles a los cientos de monjes que desfilan por la calle, quienes posteriormente darán cuenta de tales alimentos, al tratarse de la forma en que ellos consiguen su comida diaria (o gran parte de ella). Pese a que cada vez tiene una mayor influencia turística, es un ritual que merece la pena contemplar. 




 
Además de disfrutar del encanto de sus calles y su imponente night market, aproveché para visitar unas afamadas (con razón) cascadas cercanas. 

Kuang Si waterfall
Kuang Si waterfall
Kuang Si waterfall

Luang Prabang
Luang Prabang
Luang Prabang
Y también tuve la suerte de sentir como se percibe el bosque desde lo alto de un elefante y como una estrecha relación con su cuidador hace que bañarse con estas criaturas sea una experiencia inolvidable.








Navidad se acercaba y decidí cambiar la coqueta villa por las montañas y el río de Vang Vieng, una población que desarrolló una inmensa oferta turística debido al éxito que tuvo su famoso tubing. La actividad en sí consiste en descender el río encima de un neumático gigante e ir haciendo todas las paradas que te pida el cuerpo en los numerosos bares que había en sus orillas (bares que no sólo ofrecían alcohol para impulsar la diversión río abajo). Y hablo en pasado porque debido a las 27 muertes que se venían registrando de media en los últimos años debido a la falta de consumo responsable, actualmente todos los bares que cubrían el recorrido del río se encuentran cerrados.
Aún así el pueblo sigue siendo punto de encuentro para los más fiesteros, y sus bares siguen ofreciendo su happy menu para ser degustado mientras proyectan una y otra vez capítulos de Friends.
En la furgo que me llevó hasta allí conocí a una mallorquina, una francesa y un canadiense, con los que pasé los siguientes días (y más posteriormente).
Sería injusto hablar de Vang Vieng citando sólo la faceta descrita anteriormente. El pueblo se encuentra situado en un marco natural increíblemente bello, con una cadena de montañas que no te cansas de admirar, con la posibilidad de descubrirlas a través de su río y un kayak, o disfrutando de un buen baño antes y/o después de adentrarte en una de las más profundas cuevas que se esconden entre estas rocas. 

Blue Lagoon
Blue Lagoon





Navidad pasó y Vang Vieng quedó atrás. El canadiense y yo decidimos hacer un gran salto y bajar hasta el sur del país, a una población llamada Pakse. El viajecito en sí nos supuso 3h hasta Vientiane (capital de Laos) más otras 12h en un bus nocturno, al menos era un sleeping bus real:


Cuando llegamos conocimos a un chaval indio y decidimos alquilar unas motos para recorrer una zona de pueblos de los alrededores conocida como Bolaven Plateau donde encontramos cascadas, pueblitos curiosos y unas agradables vistas.

Al día siguiente pusimos rumbo a lo que se conoce como 4000 islas, probablemente una de las zonas más bonitas y tranquilas de Laos que, además, es una frontera natural con Cambodia.
La isla en la que estuvimos se llama Don Det, con unos 4km de largo y otros 2 de ancho, y se comunica mediante un puente con Don Khon (cuyo tamaño es similar). Don Det se divide en Sunrise y Sunset, asi que dependiendo de la orilla en la que te encuentres disfrutarás del amanecer o del atardecer (increíble, por cierto). Elijas la isla que elijas, el tiempo aquí se invierte en disfrutar del balcón de tu bungalow en una hamaca (incluso es probable que tu balcón esté suspendido sobre el río), recorrer a pie o en bici ambas islas, visitar la cascada (rápidos más bien) que guarda Don Khon, contemplar el atardecer tumbado en algún bar, o alquilar un bote e ir en busca de los irrawaddy, unos curiosos y casi extintos delfines de agua dulce que guarda el Mekong en esta zona. 

Ban Nakasang (accesso a Don Det)



Don Khon

Somphamit waterfall

Sunset en Don Det

Sunset en Don Det
 
Aquí conocí a un grupo de 6 españoles, una italiana, una argentina y dos alemanas, y además aparecieron también la otra española y la francesa con las que pasé Navidad, con lo que la Nochevieja prometía. La fiesta a la que todo el mundo fue se organizó en un guest house cuyas cabañas eran de paja (tipo teepee), montaron una gran fogata, una barra y hasta había un DJ, pero aproximadamente media hora antes de entrar en el nuevo año una de las cabañas empezó a arder, en no más de 5 minutos se había consumido por completo y, con ella, la fiesta. 



El siguiente parón fiestero fue en una celebración que los locales habían montado (carpa con “maestro de ceremonias” incluido), y de ahí todos terminamos en la fiesta de la playa.

Laos es el país del sudeste asiático que menor desarrollo económico posee de los que he visitado, algo que parece ser que no les gusta y que tratan de cambiar. No sé si es por esa razón por la que tienes que pagar para absolutamente todo y en todos los sitios. Aún no están preparados para el turismo en algunos aspectos y eso tiene su lado bueno (puesto que es más fácil vivir una experiencia real del país), pero también sus inconvenientes… y no digo esto por comodidades (que no creo que falten) sino porque mucha de la gente local ve al turista como una mera fuente de dinero y se acercan a ti sólo buscando eso. Probablemente pensareis que en el resto de países es igual, y no os falta razón, pero la manera en la que lo he sentido aquí ha sido diferente, más evidente tal vez… Pero esto es tan sólo mi impresión.

1 comentario:

  1. Jaja, en Vanuatu también había una Blue Lagoon, ¿crees que será a raíz de la peli? Me alegra que sigas disfrutando y pasándolo en grande, y además rodeado de una naturaleza tan espectacular (la puesta de sol en naranja es brutal) :) Por cierto, lo de quemar cabañas parece una forma muy original de celebrar año nuevo lol
    Un abrazo grande, viajero!

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