viernes, 23 de noviembre de 2012

Avanzando



Nuevos aires se acercaban. Nuevos y frescos! Aunque conseguir tales aires fue potencialmente peligroso para nuestra seguridad.
Por lo general aquí tienes dos formas de moverte por carretera (sin contar el transporte propio) el bus y la van (una furgo). El bus es más barato, y nosotros, como buenos novatos en el país, nos dejamos aconsejar por una oficina oficial de turismo de Malaysia y optamos por la segunda opción, un poco más cara pero ahorras tiempo. Aquí es donde os cuento cómo se conduce en este país: “mariquita el último”. Cada uno va a lo suyo y conduce en función de sus intereses, a esto hay que sumarle la importante cantidad de motocicletas que forman parte del parque de movilidad y que aparecen por cualquier recoveco. Pues es un caos en el que aún no he visto un solo accidente, punto para ellos.
Las formas de viaje me recuerdan a España hace 25 años, cuando en el R18 de mi padre nos metíamos 7 personas para ir a la playa y la mayor preocupación era si iban a caber las maletas, no si el niño tenía un asiento homologado para su edad, sexo, constitución y estado anímico con cinturón de seguridad avalado por la NASA.
Lo de 2 personas en una moto y un niño entremedias, sin casco ninguno de ellos por supuesto, es otro clásico.
El caso es que, tras tanta divagación, lo que quería contar es que fuimos hasta nuestro siguiente destino en una van cuyo conductor era familiar cercano de Emerson Fittipaldi. Esto unido a una trillada suspensión del vehículo y una dudosa uniformidad de la carretera, hizo que mi mente reconstruyera los mejores momentos vividos en el pulpito loco de la feria y que mi desayuno estuviera a puntito de haber sido una pérdida de dinero.

Peripecias a parte llegamos a Cameron Highlands, donde cubrirse con un edredón para dormir fue todo un placer.
Esta zona es famosa por sus numerosas plantaciones de té, fresas y granjas de abejas. La vegetación es diferente a lo que habíamos visto, ya que en este caso los bosques pluviales es la dominancia. 

Tanah Rata

Plantación de té
Una vez más el tiempo no fue nuestro mejor aliado y los tracks que queríamos hacer se redujeron a uno. A cambio disfrutamos de la gastronomía local, sus frutas y mi nuevo fan-desayuno: roti banana, una especie de crêpe hindú con plátano dentro, yummy!!

Y llegó la hora de dejar la península y explorar alguna isla. Penang fue nuestra siguiente parada, y el viaje también tuvo su anécdota… Esta vez decidimos movernos en un bus normal. Cuando estábamos esperando en la estación sólo deseábamos que no fuera al que le estaban dando martillazos en una puerta para que encajara… obviamente ese fue el nuestro.
La puerta no dio ningún problema, tampoco lo hizo el motor (el cual prometía no aguantar mucho tiempo sin explotar por el esfuerzo), sino que fue tras una curva cuando la puerta del maletero cedió y nuestros equipajes pasaron a disfrutar de una vida exterior… Fue el autobús que venía tras nosotros el que se percató de lo ocurrido, y fue el conductor del mismo autobús el que nos ayudó a recoger nuestras desperdigadas mochilas. Nuestro conductor ni se despeinó, no dijo ni un “lo siento”.

Penang no es una isla especialmente bonita, pero tiene “rollo”. Además de ser el mejor lugar culinario de Malaysia, tiene un importante punto cultural: declarada Patrimonio de la Humanidad, poseedora del templo budista más grande del país, con un seductor Chinatown, una curiosa Little India y el interesante primer asentamiento chino de casas flotantes, así como una atrayente muestra de graffities callejeros regalados por un artista ruso que interactúan con los edificios o con mobiliario urbano y que, personalmente, me gustaron mucho. Creo que el lugar se merece un “must”.
Todo esto unido a un parque nacional con una preciosa playa que, además, es lugar de desove de tortugas, hizo que le dedicáramos 5 días a esta isla antes de dar el salto a la siguiente. Os dejo una pequeña muestra: 

Little India


Entrada a un templo budista



Clan Jetties
Kek Lok Si Temple


Parque Nacional de Penang

Atardece en Penang

Un ferry nos llevó hasta Langkawi, la última isla del norte de Malaysia que ofrece acceso directo a la costa tailandesa y que, entre otras cosas, es zona duty free… esto se tradujo en que, inmediatamente después de salir del ferry, lo primero que hicimos fue adquirir… guess!
Langkawi posee unos 320km2 y la fama de albergar las mejores playas malayas. La parte en la que nos hospedamos era la preparada para el turismo, así que nuestra actividad allí consistió en disfrutar de sus precios y su costa así como descubrir el resto de encantos que escondía la isla. Easy. 

La noche llega a Langkawi


Seven Wells Waterfall


Tanjun Rhu beach

lunes, 12 de noviembre de 2012

Sudando


Auckland se despidió de mi con un bonito (y ya esperado) día soleado.
El último desayuno en Frienz estuvo más marcado por los nervios de la partida que por la tristeza del adiós… hasta que llegó el adiós y el estómago se encogió un poquito pensando cuando volvería a ver a algunos de los miembros de esa familia que dejaba tras de mi.
El viaje de 17h comenzó con un retraso en el avión de 1h. Prosiguió percatándome a nuestra llegada a Singapur de que me faltaba la tarjeta de embarque correspondiente al vuelo que me dejaría en mi destino final, Kuala Lumpur (KL). Sin embargo todo terminó perfectamente por 2 motivos, el primero porque llegamos con media hora de adelanto a KL, y el segundo (y más importante) porque volé con una amiga malaya que me dejó en la puerta del guesthouse al que tenía que llegar.
En esta ocasión mi compañero de viaje es un mexicano que conocí viajando por la isla sur de Nueva Zelanda que, cansado de su vida de publicista en el gigante DF, ha decidido recorrer mundo sin rumbo pero buscando siempre la aventura y la libertad.

Primera sensación malaya: calor, mucho calor. Aquí no se puede estar sin un ventilador o un aire acondicionado. Si bien la temperatura no es exageradamente alta (de 21º a 33º), la humedad hace que la sensación de calor aumente considerablemente.

Mi primera impresión de KL fue una mezcla entre caos, gris y suciedad. Esta última luego me di cuenta que no era tal, sino consecuencia de lo primero, la cantidad de puestos de comida en las calles y toda la gente alrededor y las numerosas obras sin terminar que rondan algunas áreas.

Curiosamente sólo el 57% de la población de Malaysia es malaya, el resto lo representan los inmigrantes, asi que os podéis imaginar lo increíblemente multicultural que es este país. KL diría que tiene un importante porcentaje de inmigración india, tanto es así que toda la comida que probé era de tal nacionalidad debido a la cantidad de restaurantes que poseen en la ciudad.
Los precios, siendo los más altos de la zona del sudeste asiático, no dejan de ser una bendición para el bolsillo (café con leche: unos 50céntimos; plato de comida: 1’5€; habitación twin con a/c: 15€ (fuera de KL y con ventilador baja hasta unos 7€); zumos de fruta recién exprimidos… increibles: 60céntimos), a excepción del alcohol que sigue siendo un pequeño lujo (lata de cerveza fuera de un bar: 1’5€ aprox).

Aunque en Malaysia conviven diferentes religiones y la cantidad de templos budistas que te encuentras caminando por sus poblaciones es abrumadora, es un país predominantemente islámico, así que es normal encontrarse a las mujeres ataviadas con su velo y escuchar el canto del muecín en sus varios llamamientos al oficio y la oración en alguna de las diversas mezquitas que posee cada población (inclusive desde la carretera se llegan a anunciar las áreas de servicio que poseen tal tipo de templo).

KL es una ciudad de contrastes. Diferentes tipos de arquitectura, religión, cultura y gente conviven en un mismo espacio.
Nuestro guesthouse estaba en el centro y podíamos ver de todo, desde las casitas más humildes y los sitios más auténticos, a los más modernos centros comerciales o de convenciones, como las famosas Torres Petronas. Con respecto a tan emblemático icono, sólo puedo decir que después de esperar 3 noches para poder ir a visitarlas sin lluvia, el día que pudimos ir no estaban iluminadas… (no more to add).
Aquí os dejo algunas instantáneas de KL y de Melaka, una ciudad con una muy variada herencia cultural hindú-china-holandesa-portuguesa.

Museo Textil (KL)

Palacio del sultán (KL)

Masjid Negara (Gran mezquita. KL)
Melaka

Templo budista (Chinatown. Melaka)

Melaka

 Tras patear un poco la gran urbe malaya decidimos ir al otro extremo y aventurarnos en  el Taman Negara, el parque nacional que supone los pulmones verdes del país. Llegar hasta allí nos implicó 3h de bus furgo, 2h de espera en un pueblito, 15min más de furgo a otra población cercana y de ahí 3h más en bote remontando un río… todo esto para enterarnos después de que podíamos haberlo hecho todo del tirón en el bus... (Gracias Turismo de Malaysia!). Y con esta foto podéis haceros una idea de cómo era el bote


Si hasta aquí habíamos pasado calor, ahora una humedad del 98% hacía que caminar dos minutos y empaparte en sudor fuera todo uno. El atractivo del parque está en conocer la fauna y flora de su jungla (obviemos la existencia de mosquitos y sanguijuelas). Para bien y para mal el monzón afectaba esta área, así que cuando llovía podías aliviarte un poco del sofocante calor pero también implicaba que los tracks eran más complicados de realizar y que, al hacer cumbre, apenas se viese más que nubes. 

Entrada al parque

Pumbas que lo habitan!
Coronando el Bukit Indah

Canopy walkman
El pueblín (Kuala Tahan)


Nuestra humilde morada :)


Aún así decidimos pasar varias jornadas en el tranquilo pueblito antes de dirigirnos a más frescos parajes, pero esto os lo contaré en al próxima entrada.