La experiencia de estar viajando durante 2 meses ha sido
extremadamente positiva. La sensación de libertad que se experimenta será
difícil imposible de borrar de tu bagaje personal. Todo lo aprendido (y
desaprendido) es tan intenso y a la vez tan sencillo que te fascina, te llena.
Me siento lleno.
Hay tantas cosas que conocer fuera del cascarón del que
vivimos que, una vez que eres consciente de ello, quieres seguir conociendo,
descubriendo nuevas formas de ver la vida, de plantearla, de disfrutarla, de
vivirla en definitiva.
Parece ser que no sólo se puede ser feliz estudiando una
carrera (o dos), después un master (o dos), luego consiguiendo un buen trabajo
(de lo tuyo claro) que te permita comprarte un coche y a continuación un piso
(y a poder ser una segunda vivienda vacacional)… No digo que esto no esté bien,
sólo digo que hay otras formas de vida, que podemos ser felices con menos
materialismo y más sensaciones, que hay más caminos que se pueden recorrer. Los
que me conocen saben que elegiré una carretera nacional pudiendo ir por una
autovía, ¡y si tiene curvas mejor! Normalmente se tarda más sí, pero las vistas
suelen compensar esos minutos.
No quiero transmitir la prepotencia de quien descubre algo nuevo y cree que es lo mejor (máxime cuando uno no es el pionero). Sólo digo que muchas veces nos empeñamos en ir por el camino
marcado sin mirar las demás alternativas y que, por suerte, a no todos les
gusta viajar por la misma carretera, ¿te imaginas el colapso?.
Si hay algún adjetivo que no utilizaré para describir este
continente ese es competitivo. Aquí
la gente se ayuda, te ayuda, y lo hace de verdad y con una sonrisa en la cara.
No les importa lo que eres, a lo que te dediques o de donde vengas, simplemente
te ven como uno más, como una persona.
En general nadie se cree mejor que nadie por dedicarse a una
u otra profesión, y esto se corrobora al ver la heterogeneidad laboral en los
grupos de amigos. En el caso de Australia probablemente se deba a que las
diferencias salariales entre elegir una profesión de despacho ó una de
habilidades personales, no son muy marcadas. O tal vez se reduzca al hecho de
que el salario mínimo es de 18$/hora, lo que hace que tu calidad de vida sea
más que aceptable independientemente de tu elección laboral... Lo cual me lleva
a pensar que la gente decide trabajar en lo que realmente le apetece. Lo cual
me lleva a deducir que serán más felices en su día a día.
Nueva Zelanda es otra historia, es el país del relax and take it easy. Aquí las cosas
van con calma, todo llegará (aunque nunca sabes cuando). Se te puede romper la
cerradura de una puerta, llamar al cerrajero y que éste haga acto de presencia
a las 3 semanas (caso verídico). Stress? Qué es eso?
Con esta sensación de amplitud de miras y de plenitud volví
a Auckland. Con otra perspectiva de todo y con ganas de exprimir al máximo mi
estancia por estos lares. De aquí se derivó también mi decisión de posponer mi
vuelta a España y aprovechar un visado que me permitía trabajar y, por tanto,
ahorrar dinero para una nueva aventura viajera.
El trabajo llegó, esta vez muy fácil y rápidamente. Un
trabajo full time de limpieza que me iba a permitir ahorrar en poco tiempo y
poder seguir con este estilo de vida descubierto. La novedad con respecto a mi
anterior trabajo es que, aunque obviamente seguía sin gustarme, esta vez lo he
disfrutado y no ha llegado a pesarme la sensación de que hacía algo “impropio
para mi”. No ha sido el primer trabajo que hiciera que no me gustara, con la
diferencia de que la ejecución en éste ha sido simple y la recompensa
apreciable.
Hablo en pasado porque mi etapa laboral pasó a mejor vida el
3 de septiembre, cuando cambié el mocho por un libro de inglés y me fui a una
academia. Hasta ese momento, estos tres últimos meses trabajando aquí han hecho
que mi ordinary life se redujera a eso, trabajar. Ahora puedo decir que mi
siguiente aventura viajera tiene los días contados y la espero con impaciencia:
el sudeste asiático promete ser un destino que deje huella antes de llegar a la
patria.