Haciendo uso de que tengo un tiempito de espera hasta que
salga el bus que me llevará a mi próximo destino, aprovecho para contaros mis
vivencias e impresiones de estos 15 primeros días en la isla sur.
Mi primera parada fue Picton, un pueblito cuyo cometido es
ser puerta de entrada a la isla sur desde el ferry. Lo más significativo de
Picton fue, sin duda, el backpacker en el que me quedé, Tombstone. Los propietarios son una agradable pareja en sus 60
largos que han montado su medio de vida hace 5 años, un sitio muy familiar,
cuidado, limpio, donde te cocinan el desayuno cada mañana y, en mi caso, te
invitan a cervezas y carne asada por la noche tras hallarme ante un reencuentro
familiar y encontrarme al personal con una chispa graciosa. Muy recomendable.
Tras Picton me aguardaba la bella Kaikoura, una península
rodeada por imponentes montañas a pies del océano y con una increíble vida
marina (ballenas, delfines, focas). Curiosamente su mismo nombre en maorí
significa “comida langosta”, asi que os podéis imaginar cual es el plato
estrella del pueblín. Mi intención era hacer avistamiento de ballenas pero,
aunque el precio me echó para atrás, quedé eclipsado por sus puestas de sol y
el trecking de 5h que hice alrededor de la península.
Aquí también tengo que hablar del sitio en el que me quedé, Albatross, la antigua oficina de correos
del pueblo reconvertida en backpacker, uno de esos sitios que transmite
sensación de hogar y en el que impera la tranquilidad y el “buenrollismo”. You
should go.
Después de pasar 3 noches en Kaikoura, volví al norte de la
isla sur con destino Nelson, una pequeña gran ciudad llena de vida hasta las
19h aprox, cuando curiosamente las calles quedan desiertas (seña de identidad
de este país, por otra parte).
Calle principal a las 17:30h |
Aquí descubrí que
en dicha población se encontraba el sitio donde se celebró oficialmente el
primer partido de rugby de Nueva Zelanda, además de hallarse igualmente el centro
geográfico del pais (con unas vistas increíbles).
El momento freaky para Nelson se lo lleva la joyería Jens Hansen:
Estando donde estaba el siguiente paso era obligado, conocer
el parque nacional de la isla sur, el aclamado Abel Tasman. Para acercarme más
me fui un par de noches a Motueka, un pueblin en el que, amén de la buena gente
que conocí en el backpacker, no tiene más de lo que hablar. ¿Y con quien me
reencontré alli? Con la rubia! Larita está trabajando en una orchard cercana recogiendo
manzanas con su “vida” (como ella llama a Carlos, jiji). La primera noche
cenamos juntos y al día siguiente quedamos para ir a una playa muy chula de la
que nos habían hablado. Sobre las 9:30h nos pusimos a hacer dedo, el único
medio de transporte del que disponíamos (dato verificado y aconsejado por la
oficina de información minutos antes) y sobre las 13h sólo habíamos conseguido
llegar a Kaiteriteri (un pueblo a medio camino), asi que decidimos no tentar
más a la suerte y quedarnos en su playa. Aunque la vuelta fue infinitamente más
fácil (nos paró el primer coche), tomad nota de que 3 también son multitud
haciendo autostop.
Toda la gente que he conocido aquí y ha estado en el Tasman me
había dicho que no podía perdérmelo y que, si podía, lo hiciese en kayak. Y
como uno es un mandao, aquí podéis ver los resultados:
Obviamente es innegable su belleza, pero personalmente me
quedo con Tongariro (léase Excursioneando).
Teniendo en cuenta que el día que nos hizo fue increíble y
que el kayak fue un gran acierto, probablemente no esté siendo objetivo porque
debéis de saber que se necesita más de un día para ver este parque, de lo
contrario os podéis encontrar con que, una vez que os bajáis del kayak, disponéis
de 1h para comer y 3 más para recorrer los 12km que os separan del autobús que
os devolverá a la civilización, con lo cual no poseeréis tiempo alguno para
disfrutar de cualquiera de sus increíbles playas.
El segundo error que cometí fue volverme a Nelson en lugar
de recorrer algo de la afamada Golden Bay, pero en mis planes estaba salir desde
allí al día siguiente con dirección a la West
Coast y, en lugar de eso, me encontré con que no disponía de
autobús hasta 3días después. La parte buena fue que en Nelson había conocido a
un madrileño muy majete y nos juntamos con una alemana, compañera de trabajo de
mi “casa” en Auckland, que también estaba viajando con su chico, asi que no me
aburrí.
El bus que me llevó hacia la West Coast salió
escandalosamente temprano, pero el madrugón quedó compensado con unas vistas
increíbles (un seguro en este pais) tanto interiores como de costa. Sin duda
uno de los valores de Nueva Zelanda es el contraste de paisajes que se puede
disfrutar en muy poco tiempo y espacio.
Mi destino fue Greymouth, un pueblo que ha pasado sin pena
ni gloria para mi, primero porque no tiene apenas cosas para hacer, y segundo
porque me pasé casi un día en cama para que mi inminente resfriado no empeorase
en mi siguiente parada.
West Coast |
Los glaciares Franz Josef y Fox son uno de los grandes
protagonistas de la costa oeste. Aunque dudaba cual visitar, finalmente el
primero fue el elegido, asi que os cuento su leyenda maorí que, además de
corta, es muy poética: una joven perdió a su amante cuando éste cayó desde uno
de los picos y el río de lágrimas que se formó con su llanto quedó congelado
formándose así el glaciar.
Cuando yo estuve se conoce que esa temperatura de
congelación hacía tiempo que no llegaba porque el hielo se seguía derritiendo
más de lo normal para la época, asi que era imposible acceder al glaciar a pie,
sólo en helicóptero, y como 200eur aprox. es un pico para mi presupuesto,
decidí acceder a un balcón privilegiado subiendo a una de las cumbres que queda
enfrente del glaciar para poder disfrutar de las vistas. Fue un trecking durete
por las diferencias de temperatura que experimenté y porque lo hice en 2’5h
menos de lo que se supone que te lleva hacerlo, pero desde luego es muy
alentador para el sentido de la vista.
La parte buena es que a mi llegada al pueblo (por llamar de alguna manera al conjunto de hoteles, hostales, backpackers, restaurantes y tiendas que lo forman) me esperaba una saunita reparadora y una cena al calor de la chimenea de mi hospedaje.
I got it! |
La parte buena es que a mi llegada al pueblo (por llamar de alguna manera al conjunto de hoteles, hostales, backpackers, restaurantes y tiendas que lo forman) me esperaba una saunita reparadora y una cena al calor de la chimenea de mi hospedaje.
Desde Franz Josef me aguardaban 8h de autobús hasta llegar a
mi siguiente destino, Queenstown, pero una desafortunada avería en la dirección
asistida del autobús hizo que las horas se prolongaran hasta 11h. Resumen: día
perdido.
Muy pronto espero daros nuevas noticias.
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